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La Congregación

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  Una sensación arrebatadora, sofocante, se apoderó de mí apresando mi corazón, volcándolo y cerrándome la garganta. No respiraba, el aire se había escapado de mis entrañas y parecía no querer volver. Me ahogaba sin poder actuar, estaba siendo testigo de mi propia muerte. Y el dolor, ¡qué tortura!, nunca había sentido algo similar en mi vida. Era desgarrador, como si me clavasen un cuchillo y tajeasen mis órganos repetidamente pero más profundo, intenso e inevit able.   Luché, no quería. No es justo. "Basta. No, no te ablandes, no bajes los brazos ahora. No seas débil", me decía. Pero fue precisamente esa última palabra la que me devastó, ¿débil por qué? ¿Por no poder controlar la oleada de emociones que se forjaba en mi interior? ¿Porque me importaba? Entonces me entregué, cedí, me dejé invadir por una mezcla de indignación, rechazo y tristeza profunda por sobre todo. Las lágrimas, calientes igual que el ánimo de los presentes, cayeron con furia por mis mejillas y ya nada hi

Microficción: La Princesa del Dolor

"Quedate conmigo", "¿Así vas a salir?", "¿Cuántos hombres te buscaron?", eran algunas de las típicas frases celosas y codependientes que el sapo le decía a la Princesa del Dolor. Ella no lo notaba, vivía de una ilusión. Creía estar con un príncipe, no con un anfibio. Él no la amaba, no podía amar, pero la necesitaba y no sabía cómo retenerla a su lado. No quería que estuviese con otras personas, especialmente si eran del género masculino. El sapo era inseguro, no se consideraba lo suficiente para la Princesa, por lo cual la encerraba en sus mentiras. Mentiras que ella quería escuchar, mentiras que no distinguía de la verdad.   Era una relación tóxica, un círculo vicioso: las ilusiones de ella, los engaños de él, una manipulación constante. Los días pasaban y cada vez sufrían más, pero la Princesa intentaba justificarlo. Pensaba que todo iba a mejorar, que sólo debía darle tiempo y ayudarlo con su amor. El Sapo no quería cambiar, era "feliz" en s