La Congregación
Una sensación arrebatadora, sofocante, se apoderó de mí apresando mi corazón, volcándolo y cerrándome la garganta. No respiraba, el aire se había escapado de mis entrañas y parecía no querer volver. Me ahogaba sin poder actuar, estaba siendo testigo de mi propia muerte. Y el dolor, ¡qué tortura!, nunca había sentido algo similar en mi vida. Era desgarrador, como si me clavasen un cuchillo y tajeasen mis órganos repetidamente pero más profundo, intenso e inevitable.
Luché, no quería. No es justo. "Basta. No, no te ablandes, no bajes los brazos ahora. No seas débil", me decía. Pero fue precisamente esa última palabra la que me devastó, ¿débil por qué? ¿Por no poder controlar la oleada de emociones que se forjaba en mi interior? ¿Porque me importaba? Entonces me entregué, cedí, me dejé invadir por una mezcla de indignación, rechazo y tristeza profunda por sobre todo. Las lágrimas, calientes igual que el ánimo de los presentes, cayeron con furia por mis mejillas y ya nada hice para detenerlas. "¡Salga, fluyan, saquen esta mierda de mí! ¡Borren todo menos mi fuerza, hagan una purga de mi dolor! Cientos de imágenes, rostros tan cercanos y lejanos a la vez pasaban como ráfagas por mi cabeza, al punto de sentirla latir. Me palpitaban las sienes, los ojos, respiré profundo y grité descargando mis pulmones de todo registro que tuviesen de oxígeno, instintiva, animalmente como una loba, sin poder ni querer evitarlo. Nunca antes me había sentido así de libre.
Bajé la cabeza y posé mis ojos en el gentío que me rodeaba, qué digo gentío, en la congregación, en cada uno de ellos que lloraban en silencio y sin lágrimas mi mismo dolor. Estábamos todos de luto, mezcla de horror y sed de justicia, de resarcimiento, ahí reunidos exigiendo algo mejor. "Tranquilidad", pensé, "dennos eso, queremos despedirnos sin miedo. Ni Una Menos".
¡Hasta la próxima! ;)
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Luché, no quería. No es justo. "Basta. No, no te ablandes, no bajes los brazos ahora. No seas débil", me decía. Pero fue precisamente esa última palabra la que me devastó, ¿débil por qué? ¿Por no poder controlar la oleada de emociones que se forjaba en mi interior? ¿Porque me importaba? Entonces me entregué, cedí, me dejé invadir por una mezcla de indignación, rechazo y tristeza profunda por sobre todo. Las lágrimas, calientes igual que el ánimo de los presentes, cayeron con furia por mis mejillas y ya nada hice para detenerlas. "¡Salga, fluyan, saquen esta mierda de mí! ¡Borren todo menos mi fuerza, hagan una purga de mi dolor! Cientos de imágenes, rostros tan cercanos y lejanos a la vez pasaban como ráfagas por mi cabeza, al punto de sentirla latir. Me palpitaban las sienes, los ojos, respiré profundo y grité descargando mis pulmones de todo registro que tuviesen de oxígeno, instintiva, animalmente como una loba, sin poder ni querer evitarlo. Nunca antes me había sentido así de libre.
Bajé la cabeza y posé mis ojos en el gentío que me rodeaba, qué digo gentío, en la congregación, en cada uno de ellos que lloraban en silencio y sin lágrimas mi mismo dolor. Estábamos todos de luto, mezcla de horror y sed de justicia, de resarcimiento, ahí reunidos exigiendo algo mejor. "Tranquilidad", pensé, "dennos eso, queremos despedirnos sin miedo. Ni Una Menos".
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Hola! Bonita entrada, escribes genial. Soy la chica de twitter y del blog unapuertahaciamundosdepapel.blogspot.com ¡Ya tienes una suscripción más! ¡Nos leeemos! ♥
ResponderEliminarHola, Sara, muchísimas gracias por leerme, es un honor que te haya gustado. Te invito a que descubras otros de mis escritos acá en el blog. Gracias también por compartir el tuyo.
EliminarNos leemos, cariños,
A.C.
Hola! Está genial, debes saber que tienes una prosa preciosa! Ánimos para seguir publicando!
ResponderEliminarHola, esta precioso. Continua así y mucha suerte. Saludos
ResponderEliminarJFGH
ResponderEliminarHOLA! YO TAMBIEN SOY DE TWITTER Y SEIMPRE ES UN PLACER LEER LO QUE ESCRIBES, ESTE TEXTO ES MAGNIFICO, SIENTES EL DOLOR DE LAS MUJERES QUE SUFRE. NI UNA MENOS!!!!
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